
Argentina busca convertirse en un polo de Inteligencia Artificial en América Latina
El gobierno de Javier Milei promueve la innovación tecnológica, pero surgen interrogantes sobre las condiciones laborales y los objetivos reales del proyecto.
En su afán por posicionar a Argentina como líder regional en Inteligencia Artificial (IA), el presidente Javier Milei destaca constantemente tres ventajas competitivas del país: su abundante energía, el clima frío del sur y la disponibilidad de recursos humanos. Sin embargo, detás de este discurso optimista, surgen dudas sobre qué tipo de recursos humanos se priorizan y cuáles serán las implicancias sociales y laborales de esta apuesta tecnológica.
Al hablar de recursos humanos, el sentido común podría sugerir que se refiere a científicos formados en universidades públicas de excelencia. No obstante, también podría tratarse de mano de obra de bajo costo, esencial para tareas como la moderación de contenido y el filtrado de datos, bases de los sistemas de IA. Este modelo plantea un escenario en el que las grandes empresas tecnológicas podrían aprovechar las condiciones locales para reducir costos y maximizar beneficios, dejando relegada la investigación y el desarrollo en manos de los países centrales.
La cara oculta del entrenamiento de las IA
La IA requiere intervención humana para su desarrollo inicial. Desde identificar el número correcto de personas en una imagen hasta corregir sesgos discriminatorios, estas tareas suelen recaer en trabajadores invisibilizados. Milagros Miceli, socióloga y doctora en Ingeniería Informática, explica: “El trabajo que sostiene a la IA se oculta porque le resta brillo a la tecnología. Si las empresas promocionan una herramienta innovadora, necesitan invisibilizar lo mundano y repetitivo”.
Se estima que, actualmente, 300 millones de personas realizan microtareas asociadas a la IA en todo el mundo, y se proyecta que esta cifra podría superar los mil millones en los próximos años. Estas actividades incluyen categorizar contenido, etiquetar datos e incluso clasificar material perturbador, como imágenes violentas, tarea que puede generar graves consecuencias psicológicas en los trabajadores.
Un caso paradigmático es el de Kenia, donde los empleados, contratados por terceros de empresas como Meta, ganaban entre 1,5 y 2 dólares por hora en condiciones precarias. Tras sindicalizarse y exigir mejoras, las compañías trasladaron sus operaciones a otros países africanos. “Muchos terminaron con su salud mental devastada por la exposición constante a contenido traumático”, señala Miceli.
La situación en América Latina
Este esquema también se reproduce en países como Venezuela, Brasil y Argentina, donde los trabajadores de datos enfrentan pagos bajos y poca protección laboral. En el contexto local, Miceli asegura: “Hay profesionales orgullosos de su trabajo, pero urgen mejores condiciones, salarios dignos y más derechos”.
Por otra parte, Cecilia Rikap, economista y experta en innovación, alerta sobre el “drenaje de cerebros”. “Empresas como Amazon y Google atraen a los científicos más prometedores del mundo, dejando a los países en vías de desarrollo sin su talento más valioso”, apunta. También critica la posibilidad de que compañías extranjeras instalen centros de datos en la Patagonia aprovechando recursos naturales baratos, sin generar innovación local.
Desafíos y futuro incierto
El sueño de convertir a Argentina en un polo de IA es ambicioso pero lleno de retos. Si bien el país cuenta con talento y recursos, el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología es un obstáculo significativo. A ello se suma la necesidad de garantizar condiciones laborales dignas para quienes desempeñan las tareas esenciales que sostienen la IA.
La revolución tecnológica, al igual que las anteriores, está impulsada por los sectores más vulnerables. Mientras los humanos entrenan a las máquinas que podrán reemplazarlos, surgen preguntas fundamentales sobre el futuro del trabajo y la equidad en el acceso a los beneficios de la tecnología.
¿Qué rol jugará Argentina en este nuevo paradigma? Por ahora, las respuestas parecen tan inciertas como el futuro que la IA promete redefinir.